La principal y más importante aportación de Myanmar al arte
mundial es sus pagodas o payas, santuarios o relicarios
conoci¬dos como estupas en otras latitudes del universo
budista.
Las pagodas salpican a miles el paisaje rural y urbano de
Birmania. Casi todas las ciudades y pueblos se ven coronadas
por una enorme cúpu¬ la de piedra -gene¬ralmente blan¬queada
o dorada¬ , al igual que las colinas y monta¬ñas, o las
islas flu¬viales. Se calcula que existen más de dos
millones de pagodas en todo el país.
La pagoda consiste básica¬mente en una gran cúpula rodeada
de un patio cuadran¬gular y puede ser hueca en su inte¬rior
o maciza, lla mada zedi. Estas últimas pueden estar surcadas
por pasadizos presididos por estatuas de Buda,
impresionantes cuando son antiguas.
Para acceder a muchas pagodas hay que subir un buen núme¬ro
de escaleras, puesto que su elevación es un símbolo de la
altu¬ra espiritual.
La pagoda más famosa de Birmania es la Shwedagon de Yangon,
con orígenes en al año 500 antes de Cristo, pero
abso¬lutamente reedificada en los últimos siglos.
En los alrededores de Bagan, capital del fabuloso reino
medieval de Pagán, se hallan en medio de un paisaje
impresionante unas 2.500 pagodas de los siglos XII y XIII -Patrimonio
de la Humanidad, algunas muy bien conservadas, en lo que
constituye uno de los encla¬ves espirituales más bellos e
importantes del Sureste Asiático o, incluso, de todo el
planeta.
Aparte de las payas, los edificios más notables que pueden
verse en Birmania son las casas coloniales edificadas en el
siglo XIX por los británicos. Es en Yangon donde se
encuentran los mejores ejem¬plos de estos bloques de
viviendas o dependencias administrati¬ vas que recuerdan
tanto a sus homólogos de Bombay o Calcuta.